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lunes, 19 de enero de 2015

DIARIO ÍNTIMO (Enrique Federico Amiel)




VÍCTOR  CHERBULIEZ


A 5 de abril de 1864.- Leí por segunda vez el Príncipe Vitale, con admiración y casi deslumbrado. ¡Qué riqueza de ideas, de hechos y de colorido; cuánta erudición, qué malicia y qué ingenio; cuánta ciencia y talento y qué irreprochable perfección en el estilo!¡Qué limpidez en la profundidad! Exceptuando el abandono y la cordialidad, el autor reúne todos los géneros de mérito, de cultura y de habilidad. No se lograría ser más penetrante, más matizado ni más libre de espíritu que este fascinador irónico y camaleoniano. Víctor Cherbuliez, como la esfinge, puede tocar todas las liras y se burla de todo con una serenidad goethesca. Tal parece que la pasión, el dolor y el error no han hecho presa de esa alma impasible.  La clave de este pensamiento es la Fenomenología del espíritu de Hegel, retocada por Grecia y Francia. Su fe, si la tiene, es la de Strauss: el humanismo. Pero es perfectamente dueño de sí y de su palabra, y se guardará bien de predicar jamás de un modo prematuro .
¿Qué hay en el fondo de esta fuente profunda? Cuando menos encontraremos en ella un gran ingenio, el más desbastado y el más despreocupado que podamos hallar. Se diría que sabe lo que quiere sin tomarse el trabajo de aprenderlo. Es un Mefistófeles tranquilo, de una completa cortesía, de una gracia sonriente y de una exquisita urbanidad. Y Mefisto  es un joyero galante, y este joyero es un músico sutil; y este joyero es un músico sutil; y este buen decidor, fino como el ámbar, se burla de nosotros. Su malicia consiste en adivinar todo sin dejar que nada se le adivine, y en hacer presentir que tiene en una mano el secreto universal, pero que sólo en su oportunidad abrirá esa mano, si le place. Víctor Cherbuliez se parece un poco a Proudhon y hace juegos malabares con las antinomias, para asombrar al burgués. Así se divierte burlándose de Lutero y de la Reforma en favor del Renacimiento. Las angustias de conciencia no le interesan al parecer. Su tribunal supremo es la razón. En el fondo es muy hegeliano e intelectualista; pero es una magnífica organización. Sólo será antipático a los hombres de deber que hacen de la renuncia, del sacrificio y de la humildad, la medida del valor individual.

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