LAS PALABRAS
El doctor Sartre, (mi padre) furioso pasó cuarenta años sin dirigir la palabra a su mujer; en la mesa se expresaba por gestos; ella acabó por llamarle "mi pensionista". Sin embargo, compartía su lecho, y de vez en cuando, sin una palabra, la dejaba embarazada. Le dio dos hijos y una hija. Los hijos del silencio se llamaron Jean-Baptiste, Joseph y Hélene. Hélene se casó andando los años con un oficial de caballería que se volvió loco; Joseph hizo su servicio militar con los zuavos y se retiró bastante pronto con sus padres. No tenía oficio: entre el mutismo de uno y los chillidos de la otra, se volvió tartamudo y se pasó la vida luchando con las palabras. Jean Baptiste ingresó en la Escuela Naval para ver el mar. En 1904, en cherburgo, siendo ya oficial de marina y teniendo las fiebres de Cochinchina, conoció a Anne Marie Schweitzer, se apoderó de esta muchacha desamparada, se casó con ella, le hizo un hijo al galope, a mí, y trató de refugiarse en la muerte
Morir no es fácil; la fiebre intestinal subía sin prisa, a veces bajaba. Anne Marie le cuidaba con dedicación, pero sin llegar a la indecencia de amarle. Louise le había prevenido contra la vida conyugal: tras las bodas de sangre, era una serie infinita de sacrificios, cortada por trivialidades nocturnas. Siguiendo el ejemplo de la madre, prefirió el deber al placer. No había conocido mucho a mi padre, ni antes ni después de la boda, y a veces tenía que preguntarse por qué a ese extraño se le había ocurrido morir en sus brazos.La llevaron a un granja que estaba a unas leguas de Thiviers. Su padre iba a visitarla todos los días con un cochecillo. Las vigilias y las preocupaciones agotaron a Anne-Marie, se le cortó la leche, me pusieron un ama, no lejos de allí, y me dispuse a morir a mi vez de enteritis y tal vez de resentimiento. A los veinte años, sin experiencia ni consejos, mi madre se destrozaba entre dos moribundos desconocidos. Su boda de conveniencia encontraba su verdad en la enfermedad y en el luto. Yo me aproveché de la situación. En aquella época las madres daban el pecho ellas mismas y mucho tiempo; si no hubiera tenido la suerte de encontrarme con esta doble agonía, me habría visto expuesto a las dificultades consiguientes a un destete tardío. Enfermo, destetado por fuerza a los nueve meses, la fiebre y el entontecimiento impidieron que sintiera el último tijeretazo que corta los lazos de la madre y del hijo; me sumergí en un mundo confuso, poblado por alucinaciones confusas e ídolos groseros. Al morir mi padre, Anne Marie y yo nos despertamos de una pesadilla común; yo me curé. Pero éramos las víctimas de un malentendido; ella volvía a encontrar con amor a un hijo que realmente nunca había dejado; yo recobraba el sentido en las rodillas de una extraña.-(fragmento)
JEAN PAUL SARTRE (FRANCES)
S.B.
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