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domingo, 8 de abril de 2018

ENRIQUE FEDERICO AMIEL - DIARIO ÍNTIMO.



A 8 de abril de 1863.- Volví a hojear las tres mil quinientas páginas de Los Miserables y a buscar la unidad de esta  vasta composición.
Los Miserables tienen como idea fundamental ésta: La sociedad engendra tristes y espantosas miserias.( La prostitución, la vagancia, la clase de los pícaros, los fascinerosos, los ladrones, los galeotes, la guerra , los clubs revolucionarios y las barricadas) Debiera comprenderlo y no tratar como simples monstruos a los que caen bajo la sanción de la ley. Humanizar la ley y la opinión, levantar al caído así como al vencido, y crear una redención social: ësa es la tarea. ¿Cómo? Disminuyendo las rebeliones y los vicios por medio de la luz, y convirtiéndo a los culpables por el perdón. Estos son los medios.
En el fondo, ¿no es esto cristianizar la sociedad? Entendiendo la caridad desde el pecador hasta el condenado, y aplicando desde esta vida lo que la Iglesia aplica en la otra. Reducir al orden y al bien por medio del amor infatigable, en vez de aplastar con la vindicta inflexible y con la sinistra justicia; ésa es la tendencia del libro, tendencia que es al mismo tiempo  noble y grande. Pero es optimista hasta cierto punto y recuerda a Rousseau. Supone que el individuo es siempre inocente y la sociedad siempre responsable. En resumen, el ideal es (para el siglo XX) algo como una especie de edad de oro democrática, de república universal, donde no deben existir la guerra, la pena de muerte y el pauperismo; es la religión y la ciudad del progreso; en una palabra, es la utopía del siglo XVIII restaurada en grande escala. Exceso de generosidad, pero no poca quimera. Y la quimera consiste en una noción demasiado exterior del mal. El autor ignora o finge olvidar el instint
o de perversidad y el amor al mal por el mal, contenidos en el corazón humano.La grande y saludable idea  de la obra, es que la honradez legal constituye una hipocresía sanguinaria cuando cree poder dividir la sociedad en elegidos y réprobos, y confunde lo relativo con lo absoluto. El pasaje capital es aquel en que Javert, descarriado, trastorna todo el sistema moral del rígido Javert, el espía sacerdote, el policía rectilíneo. Ese capítulo hace transparentar y traslucir la caridad social bajo la estricta e inicua justicia, la supresión del infierno social, es decir, de las afrentas irreparables y de los desprecios sin términos e irremediables. Esta idea es verdaderamente religiosa.
Por lo que respecta a la erudición, al talento y al relieve de la ejecución, la obra es ensordecedora y casi produce estupefacción. Su defecto consiste en la inmensidad de las disgresiones y de las disertaciones episódicas, en la exageración de todas las combinaciones y en todas las tesis; no sé qué encuentro de tenso, de espasmódico y de violento en el estilo, algo que difiere mucho de la natural elocuencia y de la verdad verdadera. El efecto es lo que pierde a Víctor Hugo, porque es el centro de su estética; de allí proceden la exageración, el énfasis, la monomanía teatral y la tensión de voluntad. Poderoso artista que no puede hacer olvidar al artista; modelo peligroso, porque el maestro mismo pasa junto a los escollos de lo grotesco, y va de lo sublime a lo repugnante, sin poder dar la impresión armoniosa de lo bello. Por eso detesta a Racine. (continúa)

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