AMOR A ANTONIO MACHADO
Aquí me tienes con el alma hambrienta
de sed, como aquel día.
La sangre se me cuaja y me fermenta
por no llorarte el llanto que debía.
Lo mismo que un pecado,
me punza el esternón cuando te cito.
Y así voy yo: de hueso traspasado;
con mi propio puñal, en mi delito.
Porque no te me vas ni cuando quiero
borrarte ingratamente.
Ni entonces. Por mi espina baja el Duero...
¡Y Dios canta tu nombre en la corriente!
Y lloro, lloro, lloro.
Y el llanto más de mí se me agarrota.
La angustia me tapona, poro a poro.
Y ya soy todo llanto y todo gota.
Pero me quedo en pie. No me deshago.
Soy lágrima que cuaja.
Me recrimino. El corazón me llago...
Y el Duero, por mi espina, baja y baja.
-¿De qué me culpas, dime?
¡No enclavijes los dientes, santo río!
¡Tu secreto, cristal! ¿Por quien te gime
tanta guita de frío?
¿Por mí, por mí? ¡Oh, costado!
¿Qué lanza de Longinos podrá herirme?...
La muerte va en mi ser, de lado a lado.
¡Y no puedo llorarme ni morirme!
Te buscaré en el agua. Junto al chopo.
Por la flor de la jara.
Le batiré la espuma al mejor tropo.
Seré de tu senara.
Floreceré en tu espiga de centeno.
Maduraré en tu trigo.
Sabré cantar. Cantar. Sufrir. Ser bueno.
Y hablarle a Dios, llamándole "Mi amigo".
Y cuando una mañana
me lloré por completo y pierda el paso,
ya curada esta sed-del alma, gana-
sin líquido ni vaso.
Si tú sales a verme,
¡no quiero de otra luz que me dé ayuda!
Tu verso olerá a madre, a bienquererme
¡Castilla se alzará, toda desnuda!
JUAN ALCAIDE ( ESPAÑA)
S.B.
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