LA ENCERRADA
Tu padre
es el que dicen te encierra.
Tu madre es la que guarda la llave.
Ninguno quiere que yo te vea,
que yo te hable,
que yo te diga que estoy muriéndome
por casarme.
Porque tienes olivares
y toros de lidia fieros
murmuran los ganaderos
que yo no vengo por ti,
que vengo por tus dineros.
Todas las piedras del pueblo
las traigo en los pies clavadas.
Vengo de allá arriba,
de tu barrio,
de guardar tu casa.
¡Y nadie!
(¿En dónde te escondes tú?)
¡Y nada!
Lo sabe ya todo el pueblo.
Lo canta el sillero,
lo aumenta el barbero,
lo dice el albardonero,
el yegüero
lo comenta
en las esquinas con el mulero.
Lo cuenta
el carpintero, el sepulturero,
¡lo saben ya hasta los muertos!
¡Y tú sin saberlo!
Sonámbulo entré yo anoche
en tu jardín. Nadie había.
¿Nadie?
-Sí.
Sobre el limonar lunero,
la luna. Debajo tú.
¿Sola?
-Sí.
¿Qué haces tú?
-Soñando estoy
un traje para mi boda.
¿Conmigo?
-No.
(Nocturno)
Deja ese sueño.
Envuélvete,
desnuda y blanca, en tu sábana;
te esperan en el jardín,
tras las tapias.
Tus padres mueren, dormidos.
Deja ese sueño.
Tras las tapias,
te esperan con un cuchillo.
Vuelve de prisa a tu casa.
Deja ese sueño,
anda.
En la alcoba de tus padres
entra, desnuda, en silencio.
Corre de prisa a las tapias.
Deja ese sueño.
Sáltalas
Vente
¿Qué rubí yerve en tus manos
y quema, negro, tu sábana?
Deja ese sueño.
Anda.
...Duérmete.
Rafael Alberti (España)