DIARIO INTIMO
A 7 de Agosto de 1863.- Paseo después de la cena; cielo resplandeciente de estrellas; vía láctea magnífica. ¡Ay! Tengo, sin embargo el corazón oprimido...
En el fondo de todo encuentro siempre la incurable desconfianza de mí mismo y de la vida, que ha llegado a convertirse en indulgencia para el prójimo, pero en abstención absoluta por lo que a mí se refiere. ¡O todo, o nada! Esto formaría mi naturaleza, mi fondo primitivo, mi hombre antiguo. Y, sin embargo, un poco de afecto, cierta penetración en mi sentimiento íntimo, bastan para hacerme feliz y casi no pido gran cosa. Las caricias de un niño o la charla de un amigo, son suficientes para llenarme de júbilo. Así es como, aspirando al infinito, me conformo con poca cosa. Todo me inquieta y lo más insignificante me calma. Me he sorprendido con frecuencia deseando la muerte, y sin embargo, mi ambición de dicha no discrepa de la de un pájaro. ¡Dadme alas, sol y un nido! Me obstino en la soledad por afición, según creo: pero no: es por disgusto, por vergüenza de tener necesidad de otro, por vergüenza de confesarlo, y por miedo de afianzar mi esclavitud reconociéndolo.
ENRIQUE FEDERICO AMIEL
sb.
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