BERLÍN, A 16 DE JULIO DE 1848: Sólo hay una cosa necesaria: poseer a Dios. Todos los sentidos, todas las fuerzas del alma y del espíritu, todos los expedientes exteriores son escapes abiertos hacia la divinidad, modos, distintos de gustar de Dios o de adorarle. Es preciso aprender a desligarse de todo lo que podemos perder, y no apegarse a nada fuera de lo eterno y absoluto, para saborear lo demás como préstamo o usufructo... Adorar, comprender, recibir, sentir, dar, obrar: he ahí tu ley, tu deber, tu dicha, tu cielo. Y que venga lo que tenga que venir, hasta la misma muerte. Ponte de acuerdo contigo mismo vive en presencia de Dios, en comunión con Él, y deja que las potencias generales, contra las cuales nada puedes tú, guíen tu existencia.
Si la muerte te deja tiempo, tanto mejor, porque te cierra la carrera del buen éxito, para abrirte la del heroísmo, y la de la resignación y la grandeza moral. Todas las vidas tienen su grandeza, y como es imposible que tú salgas de Dios, lo mejor será que con entero conocimiento lo elijas a Él como único domicilio.
Si la muerte te deja tiempo, tanto mejor, porque te cierra la carrera del buen éxito, para abrirte la del heroísmo, y la de la resignación y la grandeza moral. Todas las vidas tienen su grandeza, y como es imposible que tú salgas de Dios, lo mejor será que con entero conocimiento lo elijas a Él como único domicilio.
"Diario Íntimo" - Enrique Federico Amiel - Pág.5.
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