Junio, 3 de 1849.- Hace un tiempo delicioso, fresco y puro. En mi largo paseo matinal he visto que el oxiacanto y el agavanzo están en flor. Inciertos y salubres senderos de los campos; montañas del Voirons, bordadas con una fimbría de bruma resplandeciente; tierras del Salève vestidas con matices aterciopelados; labores campesinas, borriquillos que muerden con avidez los setos de espinos; esos tres niños que provocan en mi un inmenso deseo de besarles; el goce de algunos momentos de ocio, entre la paz de los campos, el buen tiempo y la comodidad; la presencia de mis dos hermanas; el reposo de mis ojos al contemplar las praderas embalsamadas y los vegetales floridos; el canto de la vida entre la hierba y sobre los árboles, y este sentimiento de dulzura y de felicidad. ¿no son demasiado para mí? ¿Merezco, acaso, tanto? ¡Oh! ¡Gocemos de todo sin reprochar al cielo su benevolencia; gocemos de todo con gratitud! ¡Llegan tan pronto los días aciagos y son tan numerosos!... Yo no tengo el presentimiento de la dicha. ¡Aprovechemos, pues, el presente! ¡Ven, hermosa Naturaleza, ven, sonríe y canta para mí! Ocúltame por algún tiempo mis propias tristezas y las de los demás; déjame ver tan sólo los bordados de tu manto de reina, y esconde, bajo tus magnificencias, las miserias todas!
"Diario Íntimo" - Enrique Federico Amiel - Pág.6 .-
S.B.
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