COLOQUIO DE LOS CENTAUROS
A Paul Groussac.
En la isla en que detiene su esquife el argonauta,
del inmortal Ensueño, donde la eterna pauta
de las eternas liras se escucha -Isla de oro
en que el tritón elige su caracol sonoro
y la sirena blanca va a ver el sol- un día
se oye un tropel vibrante de fuerza y de armonía.
Son los Centauros. Cubren la llanura. Los siente la montaña. De lejos, forman son de torrente
que cae, su galope al aire que reposa
despierta, y estremece la hoja del laurel-rosa.
Son los Centauros. Unos enormes, rudos;
otros alegres y saltantes como jóvenes potros;
unos con largas barbas como los padres-ríos;
y de robustos músculos, brazos y lomos aptos
para portar las ninfas rosadas en los raptos.
Van en galope rítmico. Junto a un fresco boscaje,
frente al gran Océano, se paran. El paisaje
recibe de la urna matinal luz sagrada
que el vasto azul suaviza con límpida mirada.
Y oyen seres terrestres y habitantes marinos
la voz de los crinados cuadrúpedos divinos.
S.B.
Rubén Darío (Nicaragua)
(Rubens)
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