A 6 de noviembre de 1852.- Soy susceptible de todas las pasiones, porque todas existen en mí; como un domador de animales feroces, las tengo enjauladas y atadas, pero a veces las oigo rugir. He ahogado varios amores al nacer. ¿Por qué? Porque con esta seguridad profética de la intuición moral, los sentía poco viables y menos duraderos que yo. Los he ahogado en provecho futuro del afecto definitivo. He penetrado y desechado los amores de los sentidos, de la imaginación y de la sensibilidad; anhelaba yo el amor central y profundo. Aun creo en él. No apetezco las pasiones de paja que deslumbran, consumen o secan, llamo, aguardo y espero el grande, el santo, el grave y serio amor que vive por todas las fibras y por todas las potencias del alma. Y, si he de permanecer solo, prefiero dejar mi esperanza y mi ensueño, a degradar mi alma.
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A 8 de Noviembre de 1852.- La responsabilidad es mi pesadilla invisible. Sufrir por su propia culpa es un tormento de condenado, porque el ridículo envenena el dolor en este caso, y el peor de los ridículos es el de tener verguenza de sí mismo. No carezco de fuerza y de energía contra los males exteriores,
y de mi libertad por toda la vida. Sólo este pensamiento basta para producir la locura. Expío mi privilegio . Este consiste en asistir al drama de mi vida, en tener conciencia de la tragicomedia de mi propio destino; y más que eso, en tener el secreto de la tragicomedia misma, es decir, de no poder tomar a lo serio mis ilusiones, verme, por decirlo así, en la escena, estando yo en una butaca, vivir y ser a la vez de ultratumba, y por último, tener que fingir un interés particular para mi papel individual, estando en el secreto del poeta que se burla de todos estos agentes tan importantes, y que sabe todo lo que ellos ignoran.(Continúa.)
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