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jueves, 20 de octubre de 2016

DANZA DEL VIENTO - Juan Guzmán Cruchaga.



DANZA DEL VIENTO


Pastor de nubes, labio
en la tierra olorosa,
río, que río fue.

Al duende misterioso
no se le ve,
río loco del cielo,
que no se ve,
pero muestran su forma
los que bailan con él.
En la rosa ahuecada
se adivina su sien
y sumano en los hombros
dorados de la mies,
y se le ve la danza en el vaivén
de la rama florida, y el vuelo se le ve
en las hojas humildes que lo siguen
y en las que van delante de él.
El duende vuela hasta el atardecer
rozando las estrellas
que empiezan a resplandecer.
Llega al jardín
y hace cosquillas al laurel
que levanta los brazos como una niña loca
y los deja caer.
Besa una rosa, se sacude los pies
con el plumero del clavel
y, ya a la tarde, en los rincones
se le siente bailar y volar y correr
y jugar a la ronda con las hojas doradas
y con los niños de papel. 

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