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jueves, 26 de mayo de 2016

POEMA: Heli Colombani.



... Y APARECIÓ EL AMOR

La almohada se suda de trasnocho
y encanece el cabello
adormecido.
Mil luces van cegando la retina
y el humo
es un puñal
que cae sobre la yema de los dedos
y vuelve gris la punta del cigarro.

Afuera se oye el ruido
de las puertas
que doblan su cerrojo 
apresuradas.
Los pasos no son pasos
cuando calzan las horas de penumbra.
La lluvia hace que el techo
se reduzca
para esquivar las gotas,
y un hombre
aquí inclinado,
mantenida la frente con las manos,
sostenidos los codos con las piernas,
soportados los hombros
con el arco que tiende a las rodillas,
mientras clava afilada efervescencia
en la frágil ceniza enronquecida,
piensa
que desde que el amor tiñe sus labios
es sincera su voz,
y preciso su paso,
y mejor y más ancho su camino,
de más sentido la lucha
que realiza y reclama
con mayores razones las palabras,
reducido el dolor
que produce la espera,
la actitud más humana.
Por eso en la noche
(un recuerdo en la frente
y la frente en las manos)
nuevo valor adquiere
este pequeño espacio,
y más calor de humanidad
emerge de los poros
de la sábana.
Un hombre, aquí inclinado,
no dejará que el odio
aletee los párpados.
Ya apreció el amor.
Ya está salvado.


S.B.
Heli Colombani 

POEMA: Heli Colombani


HOY ME LEVANTO Y DIGO

Y ahora
que recobro el aliento
cuando vuelven a mí
nostalgias de futuros luminosos
cuando he bebido
la angustia que transpiran los caminos,
cuando he sabido desbordar
la sangre
y estoy ansioso de volver al huerto.

Cuando la humana escala se ha teñido
con la duda, el amor,
o la agonía,
ahora,
ya alcanzado el reposo momentáneo,
ya disponible
para volver, si es preciso, a otro comienzo,
aquí dejo mi voz,
aquí las páginas entrego,
y salgo en busca
de más amor, de más angustia
o más humanidad.

Hoy me levanto y digo
-termino por decirlo- 
al inicio de otra nueva jornada,
que cuando ya la vida se me escape
ha de ser el momento
en que comience a hablar
lo que hoy al levantarme
voy diciendo.

S.B.

Heli Colombani (Venezuela)


domingo, 8 de mayo de 2016

POEMA: E. Fernández



NUESTRA HORA

Es sólo un instante lo que yo te pido
una hora tan sólo de tu larga vida;
un solo momento para estar contigo;
un momento nuestro, sólo tuyo y mío.
Que nadie nos mire
y que nadie escuche lo que yo te digo.
Hagamos la cita para estar contigo;
un momento nuestro, solo tuyo y mío.
Que nadie nos mire
y que nadie escuche lo que yo te digo.
Hagamos la cita para algún paraje
despoblado y solo,
donde no haya gente, donde no haya ruido,
donde no perturbe nuestro gran momento
ni voz ni sonido.
Donde sólo el eco de tu dulce acento,
música divina, llegue a mis oídos.
Vámonos a un sitio donde estemos lejos,
donde estemos solos y muy escondidos.
En un mundo nuevo, hecho a nuestro antojo;
en un mundo nuestro, sólo tuyo y mío.
Que a nadie le cuente de nuestra escapada,
que a nadie le diga que te vio conmigo;
que guarde el secreto de nuestra entrevista,
 que guarde el secreto de lo que allí hicimos.
Yo quiero un momento, que tú me concedas
tan sólo un instantes a solas conmigo.
¡La vida es tan larga!... Tienes tantas horas...,
y es una tan sola la que yo te pido.
No guardes temores de que se divulgue
que hayas atendido mi insistente súplica;
solamente el cielo, que es mudo testigo,
ha de vernos juntos.
¡Solamente el cielo te verá conmigo!
y yo, por mi parte, guardaré el secreto
de la inmensa dicha que me has concedido
y me iré muy lejos, lejos de tu vida
y de tu camino; y no habrá sospechas
de ese gran momento que juntos vivimos...

S.B.  

E.Fernández

POEMA: Felicien Fagus


EL  LECHO

¡Lecho dulce y sagrado, velado por cortinas;
limpio  y florido lecho que exhala fresco olor;
lecho que ofrece calma en sus sábanas finas;
lecho de nupcias, lecho del inocente amor!

Una luz a tu lado palpita vigilante,
y reza por nosotros una muda oración;
como sobre un altar así es su luz brillante,
ya que el lecho es el sacro altar de la mansión.

Oros suaves, velados por reflejos de rosa,
ostentan las cortinas que nos miran dormir;
lecho cándido y amplio, que de calma rebosa,
y hasta el que llega al alba, de Dios el sonreír.

Mientras Cristo, en la cruz, con mirada serena
junto a la luz vigila nuestro suave soñar,
en la cuna de mi hijo hay rumor de colmena,
de tantas alas de ángeles que vienen a velar.

S.B.

Felicien Fagus (Bélgica)


POEMA: Boris Elkin.



AGUAS TURBIAS


No la insultés, muchacho.
¿Te creés, porque es ramera,
que ya  tenés derecho a pisotearla
y decirle de todo para ofenderla?
¡Estás equivocado! Ella merece
igual respeto que tu madre misma,
porque nació mujer; igual que todas.
Y si es mala..., también pudo ser buena.
¿Que ahora la vida le torció su rumbo
haciéndole agarrar por mala huella,
y anda vendiendo besos y caricias
como quien vende alcohol, tabaco o yerba?
Quién sabe si la culpa de su desgracia
no se debe a nosotros más que a ella,
que validos de astucias y de engaños
deshojamos la flor de su inocencia...
Y después..., cuando está bien palanqueada,
 la echamos a la calle puerta afuera
para que le ponga sus caricias sucias
el primero que venga...
Y ya ves como aquello que bien pudo
ser fuente de agua dulce, limpia y fresca,
ahora es triste charquito de aguas turbias
que revolvieron las pezuñas nuestras...
Pero a veces, cuando un sol de enero
parece que nos tuesta
y andamos afiebrados por el camino
con la garganta seca,
nos vamos al charquito de agua sucia,
doblamos las rodillas junto a ella
y, tomando por boca y por narices,
la encontramos tan linda al agua ésa
que es mejor olvidar que es agua turbia
para hacerle esta pregunta a la conciencia:
"¿Por qué somos lo mismo que los cerdos,
que antes de tomar el agua la ensucian?"

S.B.

Boris Elkin (Argentina)

POEMA: Flora Delmis.



¡Bendita seas, Madre mía!

¡Bendita seas madre mía!
que con dolor y santo amor
diste luz a mis días
y coronaste de arrullos
mis sueños en flor.

¡Bendita tú, que cual ninguna
con desvelo incomparable me cuidaste;
benditos tus brazos de cuna
que convertiste en cruz y me salvaste!

Bendita, madre, tu voz y tu mirada,
tus celos de tigresa sorprendida;
bendita sea tu cabeza cana;
bendita madre, cada hora de tu vida.

Bendito sea el minuto y el día
cuando mis labios dijeron tu nombre idolatrado.
Bendita sea esta santa alegría
de acostar en tu pecho mi pecho fatigado.

Bendito sea, madre, de tu corazón cada latido,
cada fibra de tu cuerpo, cada hueso...
Benditas las madres que, como tú, han nacido.
¡Bendita sean las madres de todo el mundo!

S.B.

Flora Delmis (Venezuela)