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lunes, 7 de septiembre de 2015

POEMAS (Juan Burghi)



LA MUJER

La mujer llora y ríe.
Viene y sonríe sobre viejos tapices.
Duerme bajo la luz de los espejos
y renace y se crea.
Corzas ligeras cruzan por el valle,
y la mujer tejiendo sueños.
La mujer llora y ríe.
Se tiende bajo el alba, en las estrellas,
y se entrega sonriendo
cuanddo bajan los hombres a buscarla.
Qué oleadas de placer surcan su cuerpo abierto.
Cómo llega la entraña y la ilumina,
y el rostro duerme y anda.
Y silencio.
Y músculo dormido.
Por los ojos dormidos regresa la ternura.
Los días son y vienen para ella.
¿Qué podría esperar del junco inmóvil?
Absurdamente,
oscuramente
los labios regocijan el encuentro,
y la mujer retorna
y está junto a nosotros,
nos mira, nos descubre.
Por la piel nacen viejas fragancias retorcidas.
De qué raíz la savia purifica.
Integra , solitaria,
la mujer corre por las playas desiertas,
y el mar siempre retorna.
Ahora estamos frente a un velero roto;
ancladas naves cruzan por la noche;
y taladra el espacio
y gime la guitarra desprendida.
Por la mujer, por la mujer estamos
rompiendo esta fragancia,
quebrando caracoles,
retornando al abismo solamente.
Una mujer, un grito,
un brazo,
un río de peces imprevistos, sonoros,
y la garganta nace a nueva voz.
Igualmente
vivimos en espera, difundimos.
Estos días son violentos,
 son y tienen su forma de mujer.
Y apenas llega y salta desde siempre,
aquí estamos y somos.
La mujer nos rodea, fijamente.
Del agua acude.
El vendaval golpea, hiere, lastima.
Qué sabor de eternidad en la entrega deseada.
Alienta.
Golpea sobre remotas, iluminadas puertas.
La casa se abre bajo su voz,
la casa corre en sus pies,
la casa es un cinturón, una escoba,
un vaso roto.
Y la mujer penetra,
lo va llenando todo,
lo ilumina.
Aquí de pronto está tranquilamente
y su mano acaricia un gato indómito, 
y del fluído a la voz
y de la voz al acto,
la mujer va cayendo,
se va deshilvanando
hasta el origen mismo de la sangre.
Llora, ríe y camina.
Desanda los pasos lentamente.
Y un rostro de mujer emerge
de un alfiler, de un paño.
El pan florece entre sus senos;
tan descansadamente vienen  los niños a su encuentro.
Y de pronto
corre y es una sombra,
un hilo desangrado.
Viene y alza el olvido, se descalza.
Se penetra en la voz de las angustias.
Ansiosamente
árboles surcan; caballos poderosos
derriban las hogueras.
Y la mujer nos viene persiguiendo,
lo va llenando todo,
lo ilumina.


S.B 

Juan Burghi (Uruguayo)

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