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viernes, 25 de septiembre de 2015
miércoles, 9 de septiembre de 2015
POEMAS (Andrés Eloy Blanco)
EL DULCE MAL
Vuelvo los ojos a mi propia historia.
Sueños, más sueños y más sueños...; gloria,
más gloria---: odio...; un ruiseñor huyendo...,
ni un rasgo, ni un esbozo, ni una huella
del dulce mal con que me estoy muriendo.
Torno a mirar hacia el camino andado...
mi marcha fue una marcha de soldado,
con paso vencedor, a todo estruendo;
mi alegría, una bárbara alegría...,
y en nada está la sombra todavía
del dulce mal con que me estoy muriendo.
Surgió una cumbre frente a mí; quisieron
otros mil coronarla y no pudieron;
Sólo yo quedé arriba, sonriendo,
y allí, suelta la voz, tendido el brazo,
nunca sentí ni el leve picotazo
del dulce mal con que me estoy muriendo.
Volví la frente hacia el más bello ocaso...
Mil bravos se rindieron al fracaso,
más yo fui vencedor del mal tremendo;
fui gloria empurpurada y vespertina,
sin presentir la marcha clandestina
del dulce mal con que me estoy muriendo.
Fuerzas y potestades me sitiaron,
y prueba sobre prueba acorralaron
mi fe, que ni la cambio ni la vendo,
y yo les vi marchar con su despecho,
feliz, sin presentir nada en mi pecho
del dulce mal con que me estoy muriendo.
Mujeres... por mi gloria y por mis luchas,
en muchas partes se me dieron muchas
y en todas partes me dormí queriendo,
y en la mañana hacia otro amor seguía;
pero en ninguno el dardo presentía
del dulce mal con que me estoy muriendo.
Y un día fue la torpe circunstancia
de quedarnos a solas en la estancia,
leyendo juntos, sin estar leyendo,
mirarnos en los ojos sin malicia,
y quedarnos después con la delicia
del dulce mal con que me estoy muriendo.
S.B.
Andrés Eloy Blanco (Venezuela)
martes, 8 de septiembre de 2015
POEMAS (José Angel Buesa)
SE DEJA DE QUERER
Se deja de querer y no se sabe
por qué se deja de querer.
Es como abrir la mano y encontrarla vacía,
y no saber, de pronto, qué cosa se nos fue.
Se deja de querer, y es como un río
cuya corriente fresca ya no calma la sed;
como andar en otoño sobre las hojas secas
y pisar la hoja verde que no debió caer.
Se deja de querer, y es como el ciego
que aún dice adiós, llorando, después que pasó el tren;
o como quien despierta recordando un camino,
pero ya sólo sabe que regresó por él.
Se deja de querer como quien deja
de andar por una calle, sin razón, sin saber;
y es hallar un diamante brillando en el rocío, y que, al recogerlo, se evapore también.
Se deja de querer, y es como un viaje
detenido en la sombra, sin seguir ni volver;
y es cortar una rosa para adornar la mesa,
y que el viento deshoje la flor en el mantel.
Se deja de querer, y es como un niño
que ve cómo naufragan sus barcos de papel;
o escribir en la arena la fecha de mañana
y que el mar se la lleve con el nombre de ayer.
Se deja de querer, y es como el libro
que, aún abierto hoja a hoja, quedó a medio leer;
y es como la sortija que se quitó del dedo,
y sólo así supimos que se marcó en la piel.
Se deja de querer y no se sabe
por qué se deja de querer...
S.B.
José Angel Buesa (Cuba)
lunes, 7 de septiembre de 2015
POEMAS (Juan Burghi)
NO SABÍA.
No sabía, Señor, que una palabra
puede cambiar el curso de una vida;
ni que en el más sencillo de tus seres
cupiera tanta dicha.
Yo sé que gozo un bien inmerecido.
Tu bondad excesiva
pudo hacer un milagro
en la existencia mía.
No guardaré rencor si de esta gracia
alguna vez me privas.
Bastará recordar que en mí pensaste,
que me miraste un día;
que fui feliz, que tuve el gran tesoro
de su alma exquisita:
y alcanzará la luz de este recuerdo
para alumbrar el resto de mi vida.
S.B.
Juan Burghi (Uruguay)
POEMAS (Bonifacio Byrne)
RENUNCIAMIENTO
Si de nuestro dolor somos los dueños,
nadie podrá impedir que yo destruya
mi corazón, para la dicha tuya,
y sacrifique los más caros sueños.
Si de lo nuestro es el dolor la esencia,
tanto más propio cuanto más profundo,
para que tú no sufras ni un segundo
yo he de sufrir por toda mi existencia.
Si el dolor que me hiere es sólo mío,
puedo darlo a mi antojo y mi albedrío,
porque tú logres ser feliz, Amada.
Que el verdadero amor es darlo todo
por el amor en sí... y dar de modo
tan simple, cual si no se diera nada.
S.B.
S.B.
Bonifacio Byrne (Cuba)
POEMAS (Juan Burghi)
LA MUJER
La mujer llora y ríe.
Viene y sonríe sobre viejos tapices.
Duerme bajo la luz de los espejos
y renace y se crea.
Corzas ligeras cruzan por el valle,
y la mujer tejiendo sueños.
La mujer llora y ríe.
Se tiende bajo el alba, en las estrellas,
y se entrega sonriendo
cuanddo bajan los hombres a buscarla.
Qué oleadas de placer surcan su cuerpo abierto.
Cómo llega la entraña y la ilumina,
y el rostro duerme y anda.
Y silencio.
Y músculo dormido.
Por los ojos dormidos regresa la ternura.
Los días son y vienen para ella.
¿Qué podría esperar del junco inmóvil?
Absurdamente,
oscuramente
los labios regocijan el encuentro,
y la mujer retorna
y está junto a nosotros,
nos mira, nos descubre.
Por la piel nacen viejas fragancias retorcidas.
De qué raíz la savia purifica.
Integra , solitaria,
la mujer corre por las playas desiertas,
y el mar siempre retorna.
Ahora estamos frente a un velero roto;
ancladas naves cruzan por la noche;
y taladra el espacio
y gime la guitarra desprendida.
Por la mujer, por la mujer estamos
rompiendo esta fragancia,
quebrando caracoles,
retornando al abismo solamente.
Una mujer, un grito,
un brazo,
un río de peces imprevistos, sonoros,
y la garganta nace a nueva voz.
Igualmente
vivimos en espera, difundimos.
Estos días son violentos,
son y tienen su forma de mujer.
Y apenas llega y salta desde siempre,
aquí estamos y somos.
La mujer nos rodea, fijamente.
Del agua acude.
El vendaval golpea, hiere, lastima.
Qué sabor de eternidad en la entrega deseada.
Alienta.
Golpea sobre remotas, iluminadas puertas.
La casa se abre bajo su voz,
la casa corre en sus pies,
la casa es un cinturón, una escoba,
un vaso roto.
Y la mujer penetra,
lo va llenando todo,
lo ilumina.
Aquí de pronto está tranquilamente
y su mano acaricia un gato indómito,
y del fluído a la voz
y de la voz al acto,
la mujer va cayendo,
se va deshilvanando
hasta el origen mismo de la sangre.
Llora, ríe y camina.
Desanda los pasos lentamente.
Y un rostro de mujer emerge
de un alfiler, de un paño.
El pan florece entre sus senos;
tan descansadamente vienen los niños a su encuentro.
Y de pronto
corre y es una sombra,
un hilo desangrado.
Viene y alza el olvido, se descalza.
Se penetra en la voz de las angustias.
Ansiosamente
árboles surcan; caballos poderosos
derriban las hogueras.
Y la mujer nos viene persiguiendo,
lo va llenando todo,
lo ilumina.
S.B
Juan Burghi (Uruguayo)
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