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martes, 8 de julio de 2014

"Las Palabras" - Jean Paul Sartre (fragmento)




LAS  PALABRAS   (fragmento)

(...) Morir no es fácil; la fiebre intestinal subía sin prisa, a veces bajaba. Anne María le cuidaba con dedicación, pero sin llegar a la indecencia de amarle. Louise le había prevenido contra la vida conyugal: tras las bodas de sangre, era una serie infinita de sacrificios,cortada por trivialidades  nocturnas. Siguiendo el ejemplo de su madre, prefirió el deber al placer. No había conocido mucho a mi padre, ni antes ni después de la boda, y a veces tenía que preguntarse por qué a ese extraño se le había ocurrido morir en sus brazos. Le llevaron a una granja que estaba a unas leguas de Thiviers. Su padre iba a visitarla todos los días con un cochecillo. Las vigilias y las preocupaciones agotaron a Anne Marie, se le cortó la leche, me pusieron un ama, no lejos de allí, y me dispuse a morir a mi vez, de enteritis y tal vez de resentimiento. A los veinte años, sin experiencia, ni consejos, mi madre se destrozaba entre dos moribundos desconocidos. Su boda de conveniencia encontraba su verdad en la enfermedad y en el luto. Yo me aproveché de la situación. En aquella época las madres daban el pecho ellas mismas y mucho tiempo; si no hubiera tenido la suerte de encontrarme con esta doble agonía, me habría visto expuesto a las dificultades consiguientes a un destete tardío. Enfermo, destetado por fuerza a los nueve meses, la fiebre y el acontecimiento impidieron que sintiera el último tijeretazo que corta los lazos de la madre y del hijo; me sumergí en un mundo confuso, poblado por alucinaciones confusas e ídolos groseros. Al morir mi padre, Anne Marie y yo nos despertamos de una pesadilla común; yo me curé. Pero éramos las víctimas de un malentendido: ella volvía a encontrar con amor a un hijo que realmente nunca había dejado; yo recobraba el sentido en las rodillas de una extraña.

Anne-Marie, sin oficio ni beneficio, decidió volver a vivir con sus padres. Pero la insolente muerte de mi padre había disgustado a los Schweitzer; se parecía demasiado a un repudio. Mi madre, por no haber sabido ni preverlo ni prevenirlo, fue decretada culpable. Se había casado sin pensarlo con un marido que no había hecho uso de ella. Todo el mundo fue perfecto con la alta Ariana que volvió a Meudón con un hijo en sus brazos. Mi abuelo había pedido la jubilación, pero volvió a trabajar sin decir una palabra; también mi abuela fue discreta en su triunfo. Pero Anne Marie, helada de agradecimiento, adivinaba la censura tras las buenas maneras; las familias, claro está, prefieren a las viudas y no a las solteras con hijos. Pero por muy poco.(...)

"LAS PALABRAS" - Jean Paul Sartre - Pág.15-16   

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