DIARIO ÍNTIMO
(Continuación)
A 14 de Abril de 1866.- Las teorías de la nulidad del individuo, las concepciones panteísticas y materialistas, vencen ahora una dificultad imaginaria, fuerzan una puerta que ya está abierta, y abaten a un hombre ya caído. Apenas cesamos de glorificar este punto imperceptible de la conciencia, y de celebrar su valor, el individuo regresa naturalmente a su condición de átomo de la masa planetaria, que no es nada en el cielo, el individuo¡es, por consiguiente, una nada de tercer orden, con capacidad para medir esa nada! El pensamiento termina en la resignación. La duda de sí conduce a la pasividad y ésta a la servidumbre.
Para salir de allí, se necesita la sumisión voluntaria, la dependencia religiosamente consentida, es decir, la reivindicación de nosotros mismos como seres libres que no se inclinan sino ante el deber. El deber se convierte en principio de acción, en fuente de energía, en certidumbre de nuestra independencia parcial del mundo, en condición de nuestra dignidad y en signo de nuestra nobleza. El mundo es incapaz de infundirme voluntad, lo mismo que de hacerme querer , en esto soy dueño de mí y dueño único, y trato con él de soberano a soberano. Tiene mi cuerpo en sus garras, pero mi alma se le escapa y lo desafía. Mi pensamiento y mi amor, mi fe y mi esperanza están fuera de su alcance. Mi ser verdadero, la esencia de mi persona y mi yo, permanecen inviolados e inaccesibles a sus ultrajes. En este capítulo somos más grandes que el Universo, que tiene la masa y no la voluntad; volvemos a ser independientes aun ante la masa humana, que tampoco puede destruir en nosotros sino la dicha , como la primera masa puede solamente destruir nuestro cuerpo.
Por consiguiente, la sumisión no es abatimiento, muy al contrario, ella es nuestra fuerza.