Nuestros sistemas no son tal vez sino la inconsciente apología de nuestros errores y la gigantesca armazón destinada a ocultar nuestro pecado favorito.
A 7 de enero de 1866.- Nuestra vida es solamente una burbuja de jabón suspendida de una caña: nace, se extiende, se reviste con los mas hermosos colores del prisma y hasta se sustrae por algunos instantes a la ley de la gravedad; pero pronto aparece el punto negro; el globo de esmeralda y oro se desvanece en el espacio, y se resuelve en una gota de líquido impuro Todos los poetas han hecho esta comparación, patente por su verdad. Aparecer, lucir y desaparecer . ¿ No es siempre éste el resumen de la vida, ya sea para lo efímero, o bien para una nación y hasta para un cuerpo celeste?
El tiempo es solamente la medida de la dificultad de una concepción; el pensamiento puro casi no tiene necesidad de tiempo, debido a que percibe los dos extremos de una idea casi a la vez. La naturaleza no completa sino laboriosamente el pensamiento de un astro, pero la inteligencia suprema lo resume en un punto. El tiempo es, por consiguiente, la dispersión sucesiva del ser, del mismo modo que la palabra es el análisis sucesivo de una intuición o de una voluntad. En sí es relativo y negativo, y se desvanece en el ser absoluto. Dios está fuera del tiempo, porque piensa a la vez todo pensamiento; la naturaleza está en el tiempo a causa de que no es sino la palabra y el desarrollo discursivo de cada pensamiento contenido en el pensamiento infinito. Pero la naturaleza se agota en una tarea imposible, porque el análisis del infinito es una contradicción. Con la duración sin límites, el espacio sin medida y el número sin término, la naturaleza hace al menos lo que puede para reducir la riqueza de la fórmula creadora. Por los abismos que abre para contener el pensamiento, sin lograr jamás su objeto, se puede medir la grandeza del espíritu divino.
Cuando éste sale de sí mismo y quiere explicarse, la arenga amontona universos sobre universos durante millares de millones de siglos, y no puede llegar a expresar bien su objeto, de suerte que el discurso debe continuar sin fin.